2014
AÑO DE SOLIDARIDAD CON EL PUEBLO PALESTINO
AÑO DE SOLIDARIDA

martes, 19 de octubre de 2010

10 AÑOS DE IMPUNIDAD

El octubre negro de Ehud Barak:
una década de la masacre
de palestinos en Israel
Octubre de 2010.
Ya han pasado diez años de la masacre
de la población palestina en Israel.
Una matanza orquestada por Ehud Barak
y, no lo olvidemos nunca, por el profesor
Shlomo Ben Ami.

Todo comenzó en agosto del año 2000: Ehud Barak estaba interesado en enterrar el Proceso de Paz de Oslo de una vez por todas, un proceso al que se opuso desde el primer día. Ya antes Benjamin Netanyahu intentó parar el proceso, pero sus posiciones de derecha eran un lastre: todo el mundo lo esperaba y el presidente Clinton presionó. Para acabar con Oslo, se necesitaba a una persona de izquierdas elegida por el campo de paz en una supuesta plataforma por la “paz” antinetanyahu.
Efectivamente, en agosto del 2000, Ehud Barak echó por tierra las conversaciones con Yasser Arafat no sin antes preparar a los medios (de comunicación), cuyo objetivo fue culpar al presidente de la Autoridad Nacional Palestina del fracaso. El trabajo propagandístico estuvo bien planeado y tuvo éxito: durante dos años, el mundo entero habló del rechazo de Arafat a la “generosa oferta” de Ehud Barak y sólo después de dos largos años, fue posible escuchar al consejero de Clinton, Robert Malley y al periodista (israelí) del Canal 2 France, Charles Enderlin, poner las cosas en su sitio. Demasiado tarde. Finalmente, incluso Barak habría admitido que la realidad era más compleja que el mero “rechazo a una “oferta generosa”.
Una de las víctimas de la gran mentira de Ehud Barak, fue el “campo de la paz” israelí que se colapsó y murió en una semana, y está todavía por resurgir. Aunque elegido gracias a la movilización del campo de paz israelí, a Ehud Barak no le gustó y siempre prefirió a los colonos, a quienes apodaba “mis queridos hermanos” frente a los “blandengues” de Paz Ahora.
El plan de Ehud Barak era triunfar en lo que Benjamin Netanyahu había fracasado y desmantelar tanto la Autoridad Nacional Palestina como el Proceso de Oslo o, dicho en otras palabras, apropiarse de los pocos logros de este Proceso. Esta “reocupación” era tanto geográfica - el fin de la Autoridad Palestina y la restauración del control militar israelí sobre Cisjordania y Gaza -, como política – acabar con la reciprocidad que se estaba creando entre el Estado de Israel y la Organización por la Liberación de Palestina, y los poderes fácticos a ella ligados.
A los ojos de Netanyahu, Yitzhak Rabin fue un traidor – y la instigación de Netanyahu condujo a su asesinato, acusado de traidor. A los ojos de Barak, Rabin no era un traidor, sino un ingenuo que creía en los árabes y que por esa razón puso en peligro la existencia del Estado de Israel (“un chalet en una jungla”, dijo en una entrevista), por las concesiones que había hecho, y fundamentalmente, las que intentó hacer dentro del marco del Proceso de Oslo.
Netanyahu atascó el proceso, Barak lo eliminó y Ariel Sharon orquestó la reocupación, con la bendición del gobierno de George Bush desde dentro del marco de la guerra global preventiva de los neoconservadores. Ésta es la razón por la que insisto en borrar del diccionario político el concepto, en mi opinión, equívoco de “Segunda Intifada”. Intifada significa levantamiento y en 1987 la Intifada era efectivamente un levantamiento, una iniciativa popular palestina. Lo que ocurrió en octubre del año 2000, no fue una iniciativa popular palestina, sino israelí; no fue un levantamiento de una población ocupada, sino un ataque intencionado y planificado del régimen colonial israelí, al que la población palestina respondió con los escasos medios a su alcance que incluyeron, después de un tiempo, el uso de armas ligeras por parte de la policía palestina.
Entre el 30 de septiembre y el 4 de octubre del 2000, decenas de jóvenes palestinos fueron asesinados en Jerusalén y cerca de los puestos de control en lo que sólo puede ser definido como una práctica de tiro de francotiradores israelíes contra jóvenes tiradores de piedras. Sólo por la presión que las madres ejercieron, la policía palestina decidió, más tarde, hacer uso de las armas que tenían a su disposición. Ehud Barak logró su objetivo: ya era posible reocupar Cisjordania y la Franja de Gaza (y terminar finalmente con el Proceso de Oslo), y nadie le gana a Ariel Sharon a la hora de terminar un trabajo.
Sin embargo, antes de que el gobierno pasara a Sharon, Ehud Barak se las arregló para quemar a la minoría palestina de Israel. Uno de los resultados del gobierno de Rabin fue un cambio sustancial de la posición de los ciudadanos palestinos de Israel y el reconocimiento parcial de la necesidad de reducir la brecha entre ellos y la mayoría judía. “No hay igualdad, ya que estamos en un Estado judío”, les dijo Rabin a los miembros palestinos del parlamento israelí, de quienes necesitaba que apoyasen el “proceso de paz”, pero hay “menos desigualdad”. Lo prometió y lo cumplió. Se asignaron presupuestos a los municipios árabes, finalmente se aprobaron planes de desarrollo y la mayoría del Estado de Israel reconoció, durante un tiempo, la existencia de la minoría palestina y su existencia legitima en el Estado.
La matanza de octubre de 2000 transmitió un mensaje: ¡la fiesta se ha terminado! No olvidéis que sois una minoría tolerada cuyos derechos dependen de la lealtad al Estado de Israel, de acuerdo con las reglas establecidas por la mayoría judía, ¿Os resulta familiar? No fue Ivet Liberman quien invento “si no hay lealtad, no hay ciudadanía”, sino Ehud Barak y Shlomo Ben Ami, con la sangre derramada en octubre de 2000. Efectivamente, después de que, de nuevo, estableciera que Israel es un Estado judío y de poner a los palestinos en “su lugar”, Barak podía tener tiempo para la eliminación del proceso de paz, a través de su buen amigo, Ariel Sharon.
Diez años más tarde, con miles de muertos y destrucción de todo lo que se había construido durante las dos décadas anteriores, Barak Obama esta intentando avanzar con las políticas de Clinton. En Jerusalén, sin embargo, aún reinan los neo-conservadores.

Traducido al castellano por Ana H. Borbolla para el Centro de Información Alternativa (AIC), Jerusalén

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